Día de Santa Teresa de Lisieux, patrona de las misiones

Comenzamos este octubre misionero celebrando a Santa Teresa de Lisieux o Santa Teresita del Niño Jesús, patrona de las misiones, una joven que nunca pisó tierra de misión, pero que con su vida, su oración y su amor ardiente, sostuvo a muchos misioneros en los lugares más lejanos del mundo. En su pequeño convento de Lisieux, Teresa vivió la misión desde el corazón de la Iglesia, convencida de que “el amor lo abarca todo, el amor es todo”.


Su vida nos enseña que ser misionero no depende tanto del lugar donde estamos, sino de cómo vivimos y amamos. Ella fue una auténtica misionera de esperanza, porque supo irradiar la luz de Cristo incluso en medio de sus noches oscuras. En su enfermedad, en la incomprensión, en la pequeñez de su existencia cotidiana, Teresa eligió confiar, esperar, amar.

Hoy, como ella, estamos llamados a ser misioneros de esperanza entre los pueblos. En un mundo marcado por el sufrimiento, la incertidumbre y el individualismo, nuestra vocación misionera nos invita a sembrar la confianza en Dios, a testimoniar que el amor tiene la última palabra, y a sostener con nuestra fe a quienes viven situaciones de dolor y desesperanza.

Que Santa Teresa nos enseñe a vivir la misión con sencillez, con alegría, con total entrega. Que su “caminito” de confianza y abandono en Dios nos inspire a ser signos vivos de esperanza en cada rincón del mundo, aunque sea desde el silencio de nuestra vida cotidiana.



Oremos:

Santa Teresa de Lisieux,
intercede por nosotros,
para que, como tú,
sepamos ser pequeños y humildes,
pero grandes en amor y esperanza.
Haznos misioneros del corazón,
que con cada gesto, palabra y oración,
anunciemos a Cristo vivo
entre todos los pueblos. Amén.